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Segunda esposa
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Las segunda esposa es el gran olvidado de la problemática que hay tras las separaciones conyugales. Pese a que la Constitución Española establece la igualdad de derechos de todos los españoles, la realidad es que nosotras tenemos conculcados derechos tan básicos como la salud.
La primera esposa no suele ver con buenos ojos la nueva relación de su exmarido por las consecuencias que acarreará, sobre todo, a su bolsillo. El acoso de la exesposa hacia la nueva pareja de su exmarido llega hasta la agresión física con el evidente objetivo de hacer desistir a la nueva pareja y que abandone la relación. Las denuncias contra la agresora no serán atendidas ni en comisaría ni en el Instituto de la mujer ni en las concejalías de la mujer ni, incluso, en los juzgados. La agresora es mujer y está defendiendo sus intereses y los intereses de sus hijos.
La tardanza en conseguir el divorcio hará no sólo aumentar el malestar y la desesperación de la nueva pareja que verá como sus derechos, presentes y futuros, no son reconocidos. La declaración de hacienda, créditos, becas, etc., sólo beneficiarán a la ex, mientras que la sentencia de divorcio no sea firme. La sentencia de divorcio se retrasa por la práctica judicial durante interminables años. Tras el matrimonio con el divorciado y tras la muerte de éste, tanto por la menor esperanza de vida de los varones como por la mala vida en general a la que se somete a los separados, la nueva pareja habrá de compartir la pensión de viudedad con la mujer que le destrozó la vida al difunto. Además el reparto se hace en base a los años de matrimonio por lo que debido a la tardanza en la obtención del divorcio, la exesposa se lleva la parte del león.
La involucración en la pelea de los excónyuges es inevitable (régimen de visitas, reparto de gananciales, etc.) y las prevenciones y miedos del exmarido, tras pasar por un juzgado de familia y sus decisiones injustas, viciarán la nueva relación de forma notable. La amarga experiencia anterior hará que, entre otras cosas, los problemas para embarazarse sean grandes pues la prevención del marido será muy grande. En cualquier familia con la llegada de un nuevo miembro, ya sea un nuevo hijo o cualquier otro familiar como el abuelo, el dinero disponible se acomoda a las circunstancias. Supongamos que se dispone de un sueldo x entre esposa y marido. Cuando se tiene un hijo, todo el sueldo x va a parar a ese hijo. Si se tiene un segundo hijo, el sueldo X se divide entre los dos hijos. Tras la separación, esto no se da. Si el padre tiene un nuevo hijo, es muy raro que el juez de turno de por bueno el repartir el sueldo, obligando al padre a buscar una nueva fuente de ingresos cuando no determina que el nuevo hijo ha de ser mantenido por la madre. Esto es, la segunda esposa es tratada como ciudadana de segunda categoría con respecto a la primera esposa.
La pensión de alimentos de los hijos del primer matrimonio permanece inamovible aún habiendo nuevos hijos. La segunda esposa habrá de pasar por estrecheces económicas al tener que compartir los problemas económicos que conlleva la separación y divorcio del anterior matrimonio de su marido. La pensión de alimentos normalmente desmedida y que utiliza a su antojo la madre de los niños sin tener que rendir cuentas de en qué se gasta el dinero (muchas veces en ella misma y no en los hijos); la hipoteca de una casa a la que no se puede ni acercar el propietario (su marido) y que disfruta la exesposa, muchas veces sin pagar siquiera los suministros que también corren a cargo del exmarido; la pensión compensatoria cuya beneficiaria es una mujer sana y joven que no quiere trabajar; los gastos extraordinarios de los hijos que suelen ser decididos de forma unilateral por la madre; desplazamientos para ver a los hijos en el régimen de visitas que han de ser cubiertos por el padre aún cuando haya sido la madre quien ha puesto cientos de kilómetros por medio con el único objeto de dificultar o anular la relación padre/hijos; y por supuesto, los gastos de los procesos judiciales tales como las denuncias falsas pues a las madres rara vez se las condena en costas mientras al padre, rara vez se le pasa por alto.
La injusticia llega al extremo de obligar a la novia, ni siquiera nueva esposa, a sufragar la pensión de alimentos de los hijos de su novio por sentencia judicial. Por supuesto, los hijos del anterior matrimonio son aleccionados por la exesposa para torpedear la relación del padre con la nueva pareja. Lo normal es que las zancadillas sean tantas que la nueva pareja decida tirar la toalla y dejar la relación.